Petra Saviñón Ferreras
Desde siempre y por una cuestión de orgullo profesional, de engordar el ego, dar palos es una satisfacción que persiguen los periodistas. El gustico de la exclusiva, de tener una información que aparecerá solo en un medio y bajo una sola firma, o a veces más pero única.
Esto no está desligado del sentimiento de solidaridad, de compartir informes, noticias que prima entre los trabajadores de la prensa. No, de común siempre están dispuestos a ayudarse pero una que otra vez cae bien ser dueño del bombazo ¿Cierto? Sin embargo…
Nunca está de más la cautela con las informaciones ofrecidas, saber qué quiere la fuente que las suministra ¿De verdad tiene interés en que ese reportero sea el dueño “absoluto” o lo usa para conseguir propósitos?
Así, a veces sin darnos cuenta, los periodistas nos convertimos en eco de personas, de instituciones que tienen un fin muy claro y nos agarran como propaladores de sus opiniones, en un perifoneo en el que son los grandes ganadores.
Incluso, asentimos a fomentar el morbo con notas que no aportan insumo alguno, que no colaboran, que no suman a ninguna causa, más que a las de sus promotores.
Cuidado, que de repente vemos muchas réplicas de estas y pasamos a ser más relacionistas de entidades que los propios relacionistas, obnubilados por ciertas luces cegadoras de las que no somos capaces de alejarnos y verlas desde la óptica del equilibrio.