Por María Fals
M.A. Crítica e Historiadora del Arte
El arte está integrado por todo gesto transformador y creativo que contribuya a modificar el medio, donde se refleje el mundo objetivo y a la vez se exprese la concepción subjetiva del mundo del artista o persona.
Es muy manida la frase “No solo de pan vive el hombre”, pero es muy gráfica para lo que deseo expresar. Las personas necesitamos no sólo cubrir necesidades básicas como alimento, agua, seguridad, también necesitamos soñar, sublimarnos, trascender, el deleite de la armonía y la belleza, del placer de los sentidos y del alma para sentirnos vivos.
En la medida en que adquirimos conocimientos, cultivamos el intelecto y la sensibilidad, disfrutamos en mayor medida el tener entornos amables, agradables y prácticos, que vinculen lo útil con lo estético. Esto constituye también una necesidad psicológica, ergonómica y estética de todo ser humano.
La ergonomía es una ciencia que adquirió auge a partir del siglo XX. Una de sus ramas es la ergonomía física, que tiene como finalidad adaptar las máquinas, herramientas, muebles y espacios de trabajo a las medidas físicas del ser humano.
Las personas son organismos complejos donde coexisten un cuerpo material y una mente, por eso esa rama de la ergonomía busca que los objetos también se adapten a las necesidades emocionales de los que laboran para lograr el aumento de la productividad, evitar la insatisfacción laboral y mejorar el clima organizacional de las empresas.
En nuestros hogares los espacios son decorados de acuerdo con la creatividad y el gusto de la familia. Se escogen los colores que simbolizan las concepciones de lo bello, la psicología, el criterio de orden y medida de los que lo habitan. Todas las personas tenemos un sentido estético que nos hace establecer una especie de imán que atrae la búsqueda de lo estable, de lo ordenado, a la concepción de belleza aristotélica que nos lleva a sentirnos seguros y confortables.
A través de los objetos de un salón se pueden descifrar las características de las personas que habitan en el hogar, su composición, cultura, idioma, modo de vida, hobbies, gustos estéticos. Su hábitat es un reflejo de ellos mismos. Ese espacio habitacional está compuesto por objetos decorativos, utilitarios o mixtos, que aúnan lo funcional con el agrado al tacto, a la vista, al oído, a los diferentes sentidos.
Todas estas formas creadas por los seres vivos pensantes que pueblan la Tierra tienen el valor artístico como característica privilegiada. Nadie adquiere lo que no le gusta, le damos gran importancia de forma consciente o inconsciente al aspecto externo de las cosas y al sentido que encierran, a lo que nos sugieren. Cada objeto que poseemos es portador de un mensaje y los diseñadores utilizan las formas artísticas para llamarnos la atención y poner en comunicación al comprador y al objeto que desea adquirir para utilizarlo de la forma que necesite.
El arte, por tanto, nos toca y nos rodea en todas las formas imaginables. Está en el vestido que lucimos, en los accesorios que nos adornan, en la mesa de trabajo, en el libro que leemos, el celular imprescindible, en los espejos y los autos, en las flores que regalamos a las madres en un envase de cerámica, en la existencia cotidiana. Todo es arte, y el arte es vida.