Petra Saviñón Ferreras
Somos sacudidos por la delincuencia y la violencia común que nos cubre con su manto de asaltos, tiroteos no explicados que dejan muertos, en su mayoría jóvenes, violaciones sexuales, pleitos en familia. Males viejos que cada día aumentan las estadísticas.
Pero como si este terror no fuese suficiente, vienen policías, miembros del cuerpo del orden que nos debe cuidar, a llenarnos la vida de espanto con sus actuaciones bestiales, como si no temieran a sanciones.
A los que incurren en esas tropelías ni siquiera les frena que ahora cualquier acción queda registrada en una fotografía o en un video y que eso ayuda a exigir castigo, aunque siempre permanece la duda de si de verdad tendrán penalidades o serán protegidos.
De forma constante ruedan imágenes de agentes mientras maltratan a un ciudadano o a una ciudadana. No salimos del asombro que nos deja un hecho repudiable, cuando ya aparece otro evidenciado.
¿Qué será lo que lleva a esos uniformado a actuar así? ¿Qué les impulsa a atacar a la gente en la calle durante un arresto o incluso, sin motivos para detención?
Unos dicen que cuando algún sector quiere hacer saltar al director de la Policía ocurren estas cosas. Es un pregón viejo y a saber si tiene asidero. Igual, para que sucedan esas atrocidades son necesarias personas dispuestas a ejecutarlas.
¿Entonces estaríamos frente a un organismo con gente mala, miedosa o que busca beneficios y por eso actúa de esa manera?
Lo cierto es que ese proceder antiguo de atropellar, de vulnerar derechos, está latente, pese a todo, a tanto. No podremos saber si en más o menos grado que desde sus inicios. Lo que sí es indiscutible es que ahora hay más posibilidades de evidenciarlo, gracias a la tecnología.
Qué pena que pese a todos los avances, a tantos aportes, a tantos cambios, todavía estemos estancados, frenados en el maltrato, el abuso y el alma humana aún no evolucione hacia mejores conductas.