Petra Saviñón Ferreras
Allí estábamos para despedir al viejo Clomo (para la gente del mundo cultural, Clodo para la del periodístico). Anécdotas, risas, puro relajo con ese irreverente. Claro ¿Qué desacertado pondría cara de funeral en el velorio de Clodomiro Moquete?
Al final vinieron los agradecimientos, las palabras salidas del fondo para el periodista solidario, el gestor incansable, que plantó tan ricos aportes a las artes y la cultura, el hombre noble que tantas vidas marcó.
Testarudo, loco empecinado en destacar las manifestaciones más amplias, las voces más diversas. Constructor de un trabajo cimentado en promover talentos nuevos y respaldar los consagrados.
Lo hacía plantado en sus trece con Vetas, una revista sostenida a pura persistencia, a puro descuidar incluso cuestiones hogareñas. Lo hacía, sí, siempre obstinado en hacerlo y hacerlo bien.
Las despedidas son tristes, todas. Incluso la de Clomo/ Clodo, que deja cierto sabor indefinible pese a toda la bulla, la chispa con la que su gente lo respaldó en la funeraria.
Por eso, las caras cambiaron cuando el cuerpo salía, cuando era sacado de la sala para llevarlo hasta ese espacio final y el único cierto. Entraron entonces la nostalgia y el desánimo, los recuerdos y la pesadez.
Las tuyas fueron batallas intensas, arduas luchas que impactan, permean y hasta materia para fortalecer tu inteligente sentido del humor.
A esta hora, allá donde andas todo es más ligero, sosegado
El agradecimiento te abraza y la constancia de tu trabajo te precede y abre puertas, como las que un día me abriste y dejaste abiertas de par en par.
Buen viaje.