Petra Saviñón Ferreras
Al final de las telenovelas, siempre sale a relucir la razón que llevó a los malos a cometer las fechorías que hacían cuadritos la vida de los protagonistas, así mismo cuando una persona comete un crimen atroz siempre surge la pregunta ¿qué falló?
Pero distinto a esos melodramas, en la vida real los afectados y la sociedad misma no están dispuestos a conceder perdón y a seguir como que nada pasó
Al contrario, la gente asume que tiene el derecho de pedir una pena extrajudicial que en muchos casos es la muerte, pero no de cualquier manera, la más atroz posible
Como un colectivo amorfo, el clamor es el mismo y el grito de justicia excesiva es casi tan malsano como el hecho cometido
Entonces surgen otras voces, más alejadas de la bulla sedienta de sangre, opiniones de personas que quizás tengan real interés en que sea escudriñada la sociedad
O que tal vez solo quieren mantener una postura porque no les conviene pedir actuaciones ilegales pero en privado es otro su planteamiento, idéntico al del común
De un modo u otro no es discutible que este sistema de cosas requiere una revisión que arroje las causas que llevan a tanta degeneración, a tanta violencia, a tanta acentuación de un mal generalizado
Quedarnos en la petición de sanciones drásticas no basta para extirpar este tumor que arropa todos los rincones de un cuerpo vuelto cada vez más endeble por los embates de esta terrible enfermedad moral que la carcome
Estamos obligados a ir más allá, a nuestra casa, a la escuela, a los círculos de convivencia y vigilar y fomentar que cada actor cumpla con su compromiso de formar en valores, mantenerlos siempre de moda, sin temor a ser tachados de cursi
Estamos compelidos a pulgar la mata para sacar las plagas de los frutos y para evitar que los podridos por esas bacterias, que no siempre caen solos, sequen en las ramas y en lugar de abonar contaminen