Por María Fals
M.A.Crítica e Historiadora del Arte
Raphael Díaz, artista de origen cubano, ciudadano americano, de Jarabacoa, del Universo y sus encuentros, inauguró este 21 de diciembre la exposición “Retrospectiva” en el Centro de Iniciativas de la Caja de Canarias (CICCA) en Las Palmas de Gran Canaria. La misma se extenderá hasta el 28 de enero de 2022, aniversario del natalicio de José Martí, y recopila alrededor de cuarenta obras, representativas de sus caminos artísticos durante más de treinta años.
Raphael es maestro, psicólogo, pintor, se mueve entre temas y culturas, donando su optimismo, compartiendo sus sueños, dejando en cada recodo del camino una obra artística y una sonrisa, una vibra juguetona, reflexiones profundas y la magia del círculo concéntrico donde todos somos uno y tenemos el mismo centro.
Junto a su familia se marchó de su natal Santiago de Cuba a los tres años. Vivió su temprana niñez en España y su adolescencia en Nueva York. Se graduó en Cooper Junior en 1989 y posteriormente se trasladó a Rhode Island, donde mayormente ha vivido y trabajado.
Es uno de los fundadores en esta localidad de “La Galería Sol”, creada en 1995. Su proyecto de “La Ultima Cena”, con el que ha recorrido diversos lugares, busca la unión de los artistas y personas alrededor del bien común y del crecimiento humano, un accionar basado en el criterio de “arte único”, donde se conjugan diferentes manifestaciones artísticas.
Fue nominado a la 29 Bienal de Artes Visuales de Santo Domingo y sus obras pueden apreciarse en diferentes espacios como el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo, República Dominicana, en el Museo Nacional de Artistas Afroamericanos de Massachusetts, E.E. UU, la Universidad de San Juan en Puerto Rico, la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial en Ciudad México, así como en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Raphael Díaz es un artista postmoderno, que se mueve entre un onirismo surrealista y simbólico, un hiperrealismo frecuente, cierta deformación expresionista y el color arbitrario y vibrante del fauvismo.
Tiene, repitiendo la frase del gran intelectual y amigo Geo Ripley, “una mitología propia”, elementos que utiliza para comunicarse con el espectador y que necesitan que manejemos sus códigos para poder atrapar la esencia del mensaje, directo en apariencia, profundo, filosófico y espiritual, más allá de la piel que el lienzo y el pigmento ofrecen.
En la muestra “Retrospectiva”, Raphael nos conmueve con su poética que recorre su mundo interior y sus experiencias de vida, que son similares a las de todos nosotros y en las que podemos sentirnos reflejados.
Entre las series que incluye esta exposición se destaca “Niños”, donde expresa la inocencia de la infancia, el vaivén de los comienzos y el futuro abierto que estamos por alcanzar, usando como remos a la fe y a la perseverancia,
“Ahogado en un vaso de agua” nos toca el corazón e indica como en ocasiones, inmersos en nuestra propia angustia, no levantamos la cabeza para mirar que más allá hay un sendero por el que podemos avanzar. Esta serie, como toda la obra de Raphael, está llena de símbolos como la “Y” que cuestiona, la bandera, el ídolo precolombino y las lanzas coronadas por cruces.
Otras series importantes incluyen el tema de “la Virgen” de iconografía única, coronada de circunferencias diferentes, con sus manos en oración, meditando con los ojos cerrados, envuelta en el amor de sus hijos y que lleva frente a ella la eterna “Y” de esas preguntas que siempre esperan por respuestas.
No podía faltar el homenaje de “Mi madre”, donde expresa todo el amor a esa figura materna que lo protegió y apoyó, la que lleva en su esencia como una eterna presencia que nunca lo abandona.
“Exit”, busca siempre la salida, el escape, la pluma sutil del pavo real. Los autorretratos son reflejos de su propia identidad, conversaciones memorables consigo mismo en diferentes contextos y etapas de su vida.
En “Soy judío” navega sobre el mar y sobre el cielo llevando consigo la Menorah de siete brazos, a veces trunca y continuada en otro lienzo, alumbrando el camino de la Vida. “Los barquitos” tercos y sutiles, símbolos de las migraciones, de los viajes hacia el todo, se diluyen en el agua y en la eterna búsqueda de la autorrealización.
La serie de los “Ángeles de Plátanos” muestran a un “plantain boy” recogido en sí mismo, mirando hacia el suelo-tablero de ajedrez, pero con las alas listas para despegar. Son alas caribeñas, latinoamericanas, hechas del plátano que todos llevamos en la sangre, con su tanino y sus moléculas de hierro que nos hacen fuertes y nos preparan para enfrentar la vida cotidiana.
La serie “No más” habla de liberación y de rupturas, mientras que en “Amantes” eterniza los encuentros que el amor trajo y que dejaron su aliento en cada recuerdo.
“Machismo” cuestiona y propone la equidad que sólo una visión amplia e integradora ofrece, donde todos somos Ying y Yang y “La ausencia de paraíso” desmitifica la utopía del sueño americano, dando un “warning” a aquellos que lo tratan de alcanzar.
“Miradas” y “Ventanas” nos seducen con lo que se siente más allá de las pupilas y de los vanos sin salidas, los “Bodegones” y “Casita en el Campo” nos trasladan a esa Jarabacoa inmensa que tenemos como hogar de la sonrisa.
“América”, “New England” y “Asia” se remiten a espacios diferentes, ampliamente recorridos y amados por el artista, simbolizados en la bandera de las estrellas y las barras, en los colores del mar y en los campos de arroz.
Cierra el ciclo “El hijo pródigo”, ese que nos observa, que con un machete rompe su destino a través de sus interrogantes, el que con su cruz al cuello y la música de su guitarra alza la mano diestra hacia nosotros, con la luz y la sombra a sus espaldas, mostrando los surcos del destino en la palma de la mano y diciéndonos: soy tú.