María Fals
M.A. Crítica e Historiadora del Arte
El arte es una forma especial de conocimiento humano altamente vinculada con lo estético. Se entiende por lo estético la sensación de placer ante la belleza como resultado de la interacción de los sujetos con el entorno circundante.
El arte es una acción creadora, ya sea de un individuo o de un grupo de personas de alta sensibilidad que parten de dos antinomias: lo objetivo y lo subjetivo, interpretando, recreando la realidad, dotándola de un universo de formas, sonidos, colores u otros elementos formales que muestran ideas, sueños, metas, realidades a las que combatir o conquistar, donde la emoción surge, atrapa y nos conmueve.
Por eso a través del arte se convence, se enseña y se aprende y sobre todo se siente, porque solo aquello que emociona llega de manera profunda al receptor y se vuelve parte de su mundo racional o espiritual.
La subjetividad parte de la personalidad del artista, de su visión del mundo, que ha sido forjada por componentes internos de su propio yo, pero también en contacto con estímulos externos: las experiencias agradables o traumáticas, el contexto cultural donde se mueve: idioma, pensamiento religioso, tradiciones y costumbres, el período histórico, todo lo que se conoce en el campo de la hermenéutica como comunidad educativa.
Los medios de comunicación masiva, los llamados “prejuicios del ágora” de Bacon, el contexto educativo y las corrientes filosóficas vigentes, los signos y símbolos circundantes son aspectos formativos e informativos que influyen en la concepción sobre el universo del artista y por tanto en los aspectos conceptuales y formales de sus obras.
En consecuencia, la subjetividad del artista ha sido formada en las entrañas del mundo objetivo, a partir de su observación de la naturaleza, de su constante interacción con las personas, con conceptos y formas elaboradas por otros autores presentes y pasados. De ahí nace la llamada idea poética, esa chispa difusa, que funciona como lo hace en la biología el momento de la fecundación. En esa “inspiración inicial”, su psiquis y la influencia de su ambiente se juntan para crear el Big Bang de toda obra.
Esa idea va madurando en su mente, va cobrando forma, se va convirtiendo en algo fértil y posible, que a través del proceso de creación lo lleva a “parir” la obra artística.
Esta etapa de gestación varía en cuanto a duración, tiene momentos de estancamiento o de quiebre, donde aparecen dudas y el entusiasmo varía de intensidad. El resultado de éste puede ser un desnudo geométrico y repetitivo bajando la escalera, un cuadrado negro sobre fondo blanco, el performance de una pareja que tensa un arco sobre el propio corazón o el “Imagine” de John Lennon.
Toda obra parte entonces de la poética del artista y establece un diálogo con la subjetividad del espectador, permitiendo a través de la polisemia del arte que el interpretante decodifique “la obra abierta” de la que hablaba Umberto Eco, que cree versiones diversas del mensaje de esos puentes a otra dimensión que los humanos llamamos cuadros, esculturas, edificios, danzas, gestos o melodías.
En ese espectador-coautor, que deconstruye y reasigna significados a las técnicas, a las formas y al lenguaje sígnico de un objeto artístico, es que se produce realmente el milagro del encuentro entre lo cotidiano y lo sublime, en el que surgen nuevas “obras” a partir de la reinterpretación de cada persona que las observa y analiza.
Así múltiples “subjetividades objetivas” se reinventan, se amalgaman, se reencuentran con la misión ancestral de construir un todo diverso, que nutre nuestra imaginación y nuestra capacidad de ser, de hacer y de soñar llamado arte.