Petra Saviñón Ferreras
En un delicado contexto, el presidente Luis Abinader y el canciller haitiano, Claude Joseph, han usado las redes sociales para dirimir la incómoda situación que enfrenta Haití. Aunque dicho así queda despojado de drama, de la verdadera tragedia que sacude a la población. Es por tanto, el trago amargo que ingiere el pueblo haitiano y que ojalá no le destruya las vísceras.
Lo que la gente de ambos lados de la isla ha visto y leído es inusual y peligroso. Podría agrandar las fricciones entre los dos estados, con consecuencias terribles.
Las respuestas subidas de tono del ministro de Relaciones Exteriores han sido criticadas incluso por defensores de los haitianos, como la Mesa de las Migraciones. Por tanto, es hora de bajar esos ánimos tan caldeados y buscar salidas, pero de verdad.
Igual, el Gobierno dominicano debe dejar claras sus decisiones, para que no haya margen a malinterpretación, como dice ocurrió con la suspensión de la entrega de visa especial a estudiantes, con la que pretende evitar la entrada de delincuentes disfrazados y explica que solo es depurar antes de concederla.
Otro punto a revisar son las medidas como negar asistencia médica a indocumentados, salvo emergencias. La defensa es que los hospitales están llenos de embarazadas haitianas, que representan el 40% de los partos y aumentan la mortalidad materna y que el 16% de pacientes atendidos en centros públicos son de ese país. Aún así, en estas circunstancias hay que sopesar.
El otro lado de la faja es ya un territorio con dueños que sacan la lengua a las autoridades, que de eso nomás el título y los maleantes lo muestran al mundo cada vez que los retan. Como Jimmy Chérizier, que no solo intimida al primer ministro, Ariel Henry, para que renuncie, sino que tan osado convoca y ofrece una rueda de prensa y nadie hace el menor intento de acudir allí a arrestarlo.
A los haitianos que viven aquí los forra la angustia por la familia dejada en su terruño y por el derrotero de su patria y a los dominicanos la incertidumbre y la excitación nos cubren con un manto que abarca cada vez más. Ojalá no nos ahogue.