Margarita Quiroz
Carta a mi Negrito
Hoy quiero escribirte una carta, dolorosa y alegre a la vez.
Querido Negrito: Hoy 2 de febrero hace cinco meses que partiste, quiero que sepas que la dolorosa escena de tu partida la tengo intacta en mi memoria. Creo que nunca la olvidaré.
Leo, mi Pipigua del alma: te fuiste silencioso y sin estridencia, como eras… y aunque me duele tu partida, comprendo que todo ser valioso, como tú, necesita de un premio divino. Y tú te lo ganaste.
Se me hace muy difícil borrar de mi mente ese último instante: cuando llevaste tu mano derecha al pecho y balbuceaste ese último quejido de vida, me miraste como buscando ayuda, pero qué podía hacer, Dios quiso que estuvieras a su lado. Nadie contra Dios.
Pero quiero que sepas que, en estos cinco meses, te he llorado, te he sonreído y te he recordado en cada segundo del tiempo transcurrido. No hay instante que no piense y hable de ti.
Recuerdo el gran hombre que fuiste, el maestro, el ser humano, el padre bondadoso, el amigo, amigo, y el profesional inspirador.
Casi siempre digo, sin pensar, las palabras que escuchaba de tu boca, como cuando uno repite la lección dictada por el gran maestro.
A ti te debo muchas cosas, sobre todo el gran amor, respeto y admiración que me profesaste, amén del padre que fuiste para mis hijas. Siento orgullo de haber compartido 20 años de mi vida contigo, de tener dos princesas – el mayor regalo de mi vida- y de aprender tantas cosas hermosas y valiosas de ti.
Tus hijas están tranquilas, siempre te recuerdan con alegría y esa es mi mayor satisfacción, lo que indica que desempeñaste un gran rol como padre y compañero de vida.
Procuro siempre tener una relación cercana con tus demás hijos, como siempre quisiste, ellos están bien, siempre te recuerdan. Johnattan, ha sido un ente conciliador y vela porque te recuerden alegre como eras.
Mi tranquilidad me lo da el saber que en vida pude hacer muchas cosas por ti, te comprendí, te cuidé, mimé y te amé.
Descansa en paz amor de mi vida.
Se despide tu Negrita