Petra Saviñón Ferreras
Un comando armado penetra a la vivienda del presidente Jovenel Moïse, lo mata y balea a su esposa, que debió ser trasladada a Miami. El magnicidio aunque es el segundo en Haití en 100 años, no causó gran asombro de este lado, acostumbrado a asumir a su vecino como capaz de cualquier cosa.
Pero ocurre que el asesinato de un gobernante es un hecho grave, en cualquier lugar del mundo. Sí, incluso en ese estado que hace tiempo muchos dan como fallido.
Esa certeza de que el pueblo haitiano no tiene salida y de que más que un país es una masa de gente, la enarbolan figuras de la talla de José Martí.
El miércoles temprano de la tarde empezó a rodar en las redes sociales la fotografía del cadáver de Moïse en camiseta y con la cara vendada, porque le sacaron los ojos, corrió entre grupos haitianos y le partieron los brazos, además, siguen las versiones.
Igual aseguraban que le quisieron obligar a firmar un documento. Qué contenía, la renuncia? Era un golpe de Estado? Qué pasó entonces con la otra parte del plan? Era más fácil con el presidente vivo?
La imagen y la avalancha de comentarios fueron emitidos desde la absoluta calma que cubría a Haití como un manto funesto.
Esa tranquilidad fue atribuida por unos a que el mandatario era impopular y que muchos pensaban que buscó su muerte.
La población haitiana ronda los 10 millones y si solo el 10% le apoyaba, ya es más que un gentío cuando sale a calle. Es más, el 10% de ese 10% ya es muchedumbre tirado a protestar. Por tanto, es débil ese análisis y en otra parte habrá que buscar la razón de esa tranquilidad.
Encima, queda derrumbada con la acción de los ciudadanos que llevaron amarrados hasta las autoridades a los supuestos autores materiales y sumar la multitud congregada en las afueras del palacio de la Policía para clamar justicia.
No es la primera vez que ante hechos tan graves la población queda a expectativa y reacciona luego. Pasó aquí con la muerte de Trujillo. La gente no salió a las calles de inmediato, de ninguno de los bandos.
Toca esperar que las investigaciones den con los verdaderos responsables materiales e intelectuales, porque las deficiencias del sistema de investigación de esa nación abren una caja de dudas y de Pandora.