EN CONEXIÓN
Joseline Feliz Javier
Innumerables son las fuentes de inspiración y cada quien hurga en sus adentros para
encontrar esa musa tan deseada. La mía, sin lugar a dudas, viene directamente del cielo,
incluso me atrevería a decir que realmente me la proporciona el Creador de los Cielos.
Nada como la inspiración divina que te hace mirar más allá y ver lo que a simple vista no
se ve. Te permite atesorar momentos que se podrían considerar normales, pero que su
valor incalculable le hace alcanzar lo sobrenatural.
¿Cuándo fue la última vez que hiciste una pausa para contemplar la creación? Deleitarte
en un atardecer o en la puesta de Sol; detenerte en la calidez de un abrazo o en la belleza
de una amplia sonrisa, contagiosa y sincera. Todos estos detalles en su conjunto,
conforman un verdadero espectáculo que lo podemos disfrutar en la cotidianidad, de
manera gratuita, y que además nos motivan, animan y alientan.
Penosamente vivimos el día a día sumergidos en una vorágine, sin ser plenamente
conscientes de cuán vertiginoso pasa el tiempo, y de la tanta energía que malgastamos
lamentándonos constantemente por las pocas cosas que no tenemos, cuando podemos
disfrutar a plenitud las incontables bendiciones que por gracia nos provee Dios.
Logramos la salud mental y emocional cuando nos convertimos en seres inspirados,
motivados, rebosantes de gratitud. Cuando descubrimos que la inspiración no solo es
fuente, también es motor que proporciona suficiente energía para perseverar en el
camino. Que es una forma de expresión, que además favorece la creatividad; viene de
arriba pero sale del corazón e involucra las emociones, con lo cual contagia a otras
personas y logra ese maravilloso efecto multiplicador.
Casi todas las grandes obras surgieron como fruto de una inspiración. Por ejemplo, La
Biblia, considerado el libro más leído en todo el mundo, fue inspirada por Dios, así lo
declara II Timoteo 3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instruir en justicia.”
Significa que cada uno de estos autores que transcribieron a puño y letra cada uno de los
sesenta y seis libros que conforman La Biblia, recibieron una inspiración divina. Lo que
demuestra que la intensidad y el efecto de la misma están proporcionalmente
relacionados con la fuente.
En definitiva, aportamos bienestar cuando nuestra vida refleja derroche de inspiración.
Identifiquémosla y busquémosla apasionadamente, aún en medio de circunstancias
difíciles, procuremos vivir siempre sumergidos en esta atmosfera prodigiosa y especial.
En este punto… ¿Te has preguntado alguna vez cuál es tu fuente de inspiración??