Petra Saviñón Ferreras
¡Y ahora la cantante que todos los niños aman, la reina de la música urbana infantil! El grito entusiasta del presentador de televisión es proseguido por aplausos y silbidos.
Qué agradable que una niña cante para sus coetáneos un género tan denostado por sus mismos intérpretes y cuya mayor debilidad está en la letra, no en el ritmo. Así, sí hay una propuesta limpia, los adultos que la interpretan igual pueden seguir la línea, imitar a los chicos.
Pero ¡ohhh, sorpresa nefasta! la muchachita de 11 años salió al escenario vestida como una adulta, blin blin incluido, claro y lo peor ¡ayy! lo peor fue lo que cantó.
El culto al consumismo, vestido de tiradera, de incitación a tener cosas materiales para ser, ese vanagloriarse de lo conseguido y denigrar a los que no han logrado el objetivo base: dinero, lujos.
Lo más decepcionante es saber que un dembowsero famoso y de ese mismo perfil lirico, de letra soez pero que luego varió un poco, apoya la carrera de esta chiquilla.
Qué penoso que ese sea el impulso que esta persona ya consagrada en el medio dé a esa pequeña cuyo talento merece mejor destino y lo más grave, el arrastre que tendría esa tendencia artística en los niños que la escuchan.
Nuestra sociedad requiere de otros ejemplos, más asertividad, mayor enfoque en las cosas esenciales, en el fomento de los valores que contribuirán a formar mejores seres humanos, gente sana en toda la extensión de la palabra y por los chiquitos, por ahí, hay que empezar.
Por eso da grima ver que en lugar de entender esto, promotores del género saquen provecho incluso con el público infantil, que usen ese nicho para su propio y malsano beneficio, incluso a costa de una menor igual víctima de ese engranaje. Ojalá sus padres lo entiendan. Aún hay tiempo.