Petra Saviñón Ferreras
Con esta frase tan usada y por esta misma razón desgastada, los dominicanos mostramos que no somos como los ignorantes primeros habitantes de esta isla. Esos que andaban con taparrabos y que cambiaron oro por espejitos, creyeron que podían defender su libertad a flechazos y hasta confundían con obsequios valiosos las cadenas que les colocaban sus colonizadores.
No, qué va, somos distintos y ahora no hacemos ese trueque, ahora regalamos el metal precioso a emporios extranjeros que nos ponen a sacarlo de las minas bajos condiciones deplorables y a entregárselo a precios irrisorios.
Y en lugar de pelear por nuestros derechos nos centramos en aspectos más esenciales como el último modelo de automóvil, el vestido que usó la estrella pop en las premiaciones y así, salvo excepciones, vamos anonadados.
Aunque muchas voces son levantadas para reivindicar nuestra negritud y qué bueno, la herencia taína, aborigen, queda relegada y poco o nunca es recordada de buena manera ¡Penoso!
Esas despectivas cinco palabras del título de este artículo exponen de forma consciente o no el rechazo a ser como los originarios, que de repente fueron obligados por colonizadores genocidas a ceder su cultura, su identidad y sus vidas.
Es tiempo de analizar la historia desde todos los ángulos, porque si bien es cierto que la escriben los vencedores, igual de verdad es que los vencidos pueden y deben ser reivindicados todavía.
Solo basta ubicarnos en el contexto, en la época ¿En serio sería una estupidez cambiar oro por espejitos cuando este artículo ya estaba elaborado y aquel era una materia prima a trabajar y que además solo servía y sirve para engrosar la vanidad?
¿Es tan absurdo liarse en una batalla de flechas contra armas de fuego cuando esta es la única herramienta que poseen los invadidos, encima por sorpresa?
¿Hay que sentir ignorancia por desconocer cosas que no están a nuestro alcance?
Cuidado y los escasos de inteligencia no eran los taínos.
Por cierto, aquí nunca hubo indios.