María Fals Fors
M.A Historiadora del Arte. Crítica de Arte
Del 19 de diciembre del 2020 al 26 de enero del 2021 se ha venido presentando una excelente muestra pictórica y escultórica de un gran intelectual dominicano: Reyson Peralta. Lleva por título Teatrología Ancestral y recoge diversas facetas de la producción artística de este creador de imágenes y de sueños. Se puede vivenciar su mensaje de forma directa en la Casa de la Cultura de Jarabacoa, institución dirigida por el poeta Eduardo Muñoz, que ha dado gran apoyo al desarrollo cultural de esta hermosa ciudad de las montañas.
La obra central de esta exhibición de arte catártico, estético y vivencial es a mi juicio Holocausto de Pandemia, al ser ubicada en la pared principal del gran salón que acoge todas las obras que Reyson ha convocado a esta Tetralogía.
Lienzo lleno de lucidez, con un sentido preclaro del acontecer cotidiano, concebido a manera de díptico, conjuga sus dos partes en un todo, recuerda en lo intertextual por la crispación de las manos, de los rostros y las líneas, al Guernica de Picasso.
Lleva esa marca de angustia, de desastre inesperado en cada dedo, en cada gesto y actitud de los personajes que muestra. Sin embargo, en esta obra, a diferencia de ese gran testimonio de la Guerra Civil española creado por el maestro cubista español en 1937, el color es un componente esencial dentro del campo de formas que observamos.
El predominio del rojo, del naranja y el amarillo, de las tonalidades cálidas en general, con repuntes de azules y verdes, nos señalan el peligro, la alerta constante en la que debemos ejecutar el más simple gesto o toque en estos tiempos, donde el miedo a la enfermedad y a la muerte es un sentimiento generalizado.
El Hombre en sentido genérico, ser gregario por naturaleza, se ha visto confinado bajo el necesario lema “Quédate en casa”. Los seres humanos se mueven ahora entre dos instintos básicos: el de conservación, que lo obliga a preservarse, a esconderse, a guardarse y el de interactuar con otros, de explorar, de vivir intensamente, de crecer, de ser, de experimentar nuevas experiencias.
Entre la inercia y el dolor, entre la esperanza y la fe, entre el temor y la confianza, entre lo insólito y lo rutinario nos movemos, poniendo la meta más cercana en el próximo amanecer, pues no nos atrevemos a pensar a largo plazo. Todas esas emociones, catarsis y reflexiones se aprecian en el marco conceptual de una obra, que desde el punto de vista formal tiene influencia de lo onírico surrealista, de la deformación expresionista y de la geometrización de un Cubismo evolucionado.
Es un cuadro dotado de equilibrio, perfectamente logrado, donde el reparto de elementos y de fuerzas organiza a las formas destrozadas y fragmentadas de rostros, manos, pies, corazones en lo alto y en vuelo y ojos bien abiertos que nos miran asustados.
En una lectura de este texto pictórico, realizada siguiendo la ruta que seguimos al decodificar los símbolos escritos, vemos en primer lugar un rostro triste con mascarilla transparente, que corona la curva ascendente de otras caras que abren sus bocas para aspirar, para gritar, para contar sus avatares y sus dudas. Una nueva mirada de largas pestañas femeninas nos toca el corazón en la medida que transitamos ese mundo del otro lado del espejo, reflejo de este lado que se evoca en él.
Al centro, una línea vertical divide una faz pequeña, que continúa en una nueva tela en un concepto basado en dos contrarios que se juntan: los principios de ruptura y continuidad. Y luego formas ovoides o espirales, ojos desequilibrados en todo el significado de la palabra, y un pie como mejilla que pretende aplastar la cordura.
En la parte inferior de ese ser, ballenato que ha tragado los fragmentos de una humanidad angustiada, hay dos grandes y enrojecidas manos y otras más pequeñas, apenas insinuadas, a las que que solo las líneas de sus contornos las separan del fondo.
Sin embargo, luego de penetrar este discurso de caos ordenado y catártico, para salir purificados ante el dolor mostrado, alzamos la mirada a la parte superior de la obra y allí, ¡oh milagro de esperanzas!, nos esperan corazones vivos, rebosantes de energía y de vida, que se alzan por encima de lo triste y marcan el sendero del amor que todo lo espera, como dice el apóstol Pablo en Corintios 13.
Obra testimonial y vivencial, de alta calidad técnica y complejidad formal, hija de los desvelos del artista, que son reflejos de las angustias mayores o menores de todas las personas, es también expresión de su fe, de su resiliencia, de su lucha por la vida y por la autorrealización.
Adelante Maestro Reyson Peralta, con los cuatro corazones que te escudan, que este holocausto de pandemia quede definitivamente conjugado para todos en salud, bendiciones y alegría a través del poder mágico del arte. Que el espíritu del bien reine en la Tierra y las máscaras que nos protegen, pero también nos aíslan, se conviertan en sonrisas descubiertas y luces de esperanza.