Petra Saviñón Ferreras
Al ruedo volvemos con el tema de la” violencia de género”, la “machista”, la que fomenta el “patriarcado” y todavía no sé si todos esos términos son en realidad válidos para definir a este sistema en el que el hombre es visto solo como el verdugo.
El miércoles, por ejemplo, conmemoramos el Día Internacional de la no Violencia contra las Mujeres. La fecha es a propósito del asesinato de las hermanas Mirabal a manos del régimen trujillista.
Su muerte fue un crimen de Estado, perpetrado por los que no admitían reclamos. No fue violencia intrafamiliar ni de pareja o pretendientes. Los regímenes dictatoriales no distinguen sexo, ven enemigos y es hasta cierto punto lo que implica la igualdad.
Es lógico en la mentalidad enferma de un dictador pensar en la destrucción de sus contrarios. Algo así como si me enfrenta ¿Por qué considerar que es mujer?
Por tanto, entiendo que lo que debemos conmemorar el 25 de noviembre es el día de la no coartación a la democracia, el del derecho a exigir libertad. Para que nadie muera a causa de luchar por ese anhelo y mejor aún para que no sea ya necesario ese reclamo.
En toda América Latina, para quedarnos cerca, las dictaduras torturaron y mataron a mujeres que les adversaban, de la misma manera que lo hacían con los hombres, porque los veían como enemigos iguales. Representaban con sus acciones el mismo peligro de desequilibrarlos.
Es un buen punto para empezar a abordar la cuestión de la paridad en un país en el que ahora otras damas enseñan a sus congéneres a amarse, a empoderarse pero seguimos con la misma educación hacia los hombres y los dibujamos como monstruos, lo que no ayuda a resolver el problema de las agresiones y feminicidios.
Para evaluar ciertas actitudes. Un caso, si soy adulta y decido por voluntad propia, liberrisíma, posar semidesnuda para un comercial los empresarios me cosifican, pero si voy escasa de ropa por la calle es mi derecho. Aunque las dos acciones las decidí por cuenta propia, la visión de algunas corrientes feministas es distinta.
Es como si tuvieran la facultad de elegir lo que está bien y lo que no para el resto de las mujeres, como si fuésemos discapacitadas mentales, sin potestad.
Repetiré siempre, unos y otras somos víctimas y victimarios en este sistema que es necesario erradicar sin dejar partes convenientes.