Petra Saviñón Ferreras
La propuesta de eliminar el matrimonio infantil es certera, cerraría un episodio nefasto en la historia de nuestro país, que por desgracia no es el único cuyas leyes lo avalan. Pero es menester ir más allá.
Es cierto que envuelve un grave mal que padres y madres consientan en que sus hijas e hijos menores de edad contraigan nupcias, sobre todo con personas décadas mayores.
No obstante, esas bodas, ese amparo legal no es la única vía para que los muchachos vivan en pareja desde muy temprano. A la inversa, la mayoría cohabita en unión libre y esa situación es más difícil de erradicar.
Amerita un trabajo profundo, de conciencia, de convencimiento de que en las uniones tempranas abunda la pobreza.
Echar el pleito contra el matrimonio infantil será pues más fácil, porque basta con el consenso del Congreso y hemos de suponer que está muy clara la importancia de ese acuerdo.
Sin embargo, la unión libre es otro tema, espinoso, implica un trabajo más doloroso. Incluso ante la imposibilidad de casamiento, habrá quien recurra a ese método y el dolor de cabeza sigue.
Es, por tanto, una lucha que debe ir de la mano con una jornada de concientización para lograr un objetivo más amplio y porque prevalezca hasta la sanidad mental.
Cuanto antes empecemos, más rápidos los resultados