María Fals
Fors. M.A Historiadora del Arte. Crítica de Arte
Ángel Urrely y yo pertenecemos a la misma generación. Él, habanero. Yo, de Santiago de Cuba. Él hombre, yo mujer. Él, artista, yo crítico de arte. Él emigrante con dos mundos en el alma y yo también. Ambos con la misma relación amor odio por la jungla del asfalto, con el mismo perfeccionismo en el trabajo: él con el lienzo y los pigmentos, yo con el lápiz y el papel. Ambos alma
y cerebro, resiliencia, adaptación, empatía, y amor por este mismo mar Caribe que nos une y que nos salva.
En el año 1999 Urrely se establece en la ciudad de Santo Domingo, con su diario a cuestas, su bicicleta cosmogónica, con recuerdos de flores en el mar para Camilo Cienfuegos y su bestiario de energías encontradas. Caballos y toros azules se enfrentan entre el engaño y la violencia. Una ballena gris se desliza sobre un suave mar de pétalos de sangre en un collage perfecto y avasallante.
Dentro lleva la ciudad devorada, resguardada en su espíritu, en una dualidad naturaleza- artificialidad.
Un tiburón atrapado en su libre albedrío, “Enlatado de Aguas Territoriales” lo conduce a un merecido e importante premio en la XXIV Bienal Nacional de Artes Visuales en el MAM de Santo Domingo en el año 2007.
Ese monstruo abismal, libre y mesiánico se aprecia convertido en una sardina iconográfica, adaptándose a un mundo de clementes olvidos. Y junto a ésta, aparecen otras obras: tableros de damas en que nos jugamos el todo por el todo, torres de Babel de incomunicación y competencias, las espinas en los rascacielos que agreden y mutilan.
En el 2013 Ángel Urrely recibe un nuevo premio en la XVII Bienal Nacional de Artes Visuales en el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo por su obra “Deforestación: de la Jungla a la Botánica”.
Todo en la obra de Ángel es simbólico, medido, riguroso en lo formal y lo conceptual. Se siente en sus creaciones su formación académica, sus trabajos de joyero y artesano al lado de su padre, y sus estudios en el Instituto Superior de Arte de la Habana.
Entre las exposiciones importantes de un pasado reciente se encuentran “175 Lunas en Caja del Cuerpo”, realizada en el 2016 en Osaye, Casa de Arte, su exposición Caribe Alucinante en el Centro Guayasamín de La Habana en el 2017 y la muestra colectiva “Urban Issues”, realizada bajo la curadoría de Paula Gómez en ese mismo año, en el ASR Contemporáneo en la que participaron también los artistas Limbert Vilorio y José Almonte. Este artista ha expuesto en E.E.U.U, Cuba y la República Dominicana.
Urrelly es un cronista de lo que le llama la atención: historias citadinas, noticias económicas o políticas, música barrial de un dembow que nos marea y nos insensibiliza. Sus escaleras truncas nos dirigen de retorno al infinito, sus zigurats- torres de oficinas, poblados de jardines, nos hablan de las maravillas de una Babilonia recién nacida en cabezas mutiladas de novedosos tiburones, que se afilan los dientes en el pecho de la gente.
Techos de pagodas que anuncian un yuan omnipresente en las finanzas, con un color rojo que triunfa y nos encierra, derrumbando la paz y llevándonos a la incertidumbre.
Y todo es medido, organizado, estable. Meticuloso y detallado, bien descrito, sin pinceladas violentas. Y desde octubre de 2019 se está gestando «Dembow City». Va viendo la luz en un parto dilatado, tendida sobre un lienzo blanco, abierta ante la vista en gran formato. Presenta un universo congelado en el vidrio transparente de las premoniciones.
Los laberintos sin salida de sus techos, su libras esterlinas y sus plantaciones de gigantescas hojas espinosas, son obra de los seres humanos que la pueblan detrás de las oscuras ventanas, anónimos, invisibles, pero padres de un mundo vacío de vida y de alegrías.
Esta obra, según mi opinión la más importante y madura de este creador de espejos y miradas, encierra un sin fin de paradojas y dolores, de meditaciones y verdades, de críticas sociales y éticas.
En cada línea y en cada ángulo de ese espacio repetitivo y desgastante, las líneas perfectas, los colores intensos y las áreas verticales provocan en el espectador una catarsis que lo invita a huir de esa mole de concreto que lo oprime y lo degrada, a buscar el paraíso de lo primigenio, de lo natural y alejarse de la sombra de lo ajeno a su esencia humana.
Gracias Urrely por tus bestias, tus jardines y edificios colectivos, por tus reflexiones profundas y por el cuidado de cada detalle que es tu sello distintivo. Es el momento de huir de Dembow City. Como alquimista medieval, encierra esa ciudad sin sueños en las paredes blancas con la magia de tu arte.
Montémonos más tarde en el lomo de tu Moby Dick, surcando el mar de las flores deshojadas. Cantemos entonces el grito original de la alegría y volemos sin tregua a los bosques y mares para traer de retorno nuevamente la esperanza.