Margarita Quiroz
Píldora de fe. Todo pasará… lo importante es que viviremos en un mundo diferente. Un antes y un después del coronavirus
Este terrible jamaqueo que está sintiendo el mundo y del cual no tenemos señales del final, nos cambiará o nos cambiará. No tendremos opciones. Así, como no las tenemos en este momento: nadie es dueño de nadie, no sabemos cómo será el presente y menos el futuro.
La vida nos cambió en un abrir y cerrar de ojos. La triste realidad impera, el estado de negación no es válido. Dios ha decidido tomar las riendas del tren, que nos llevaba a todos y, se estaba saliendo de carril.
El conductor tuvo que frenar… de golpe. Mientras, el tren ha quedado en medio de un precipicio, tambaleante. Así está el mundo.
Mi abuela Lina, de 94 años de edad, me comentaba que en este país han sucedido muchos hechos importantes pero como este, del coronavirus, no tiene parangón. Ella, reguardada en su casa en un campo de La Vega, consciente de su vulnerabilidad, pide orar.
Así claman muchos creyentes. Mi amiga Rosanna Ovalles, la chef, conductora y productora del programa Sazonando, quien desde hace años reside en Miami, también hace esta reflexión. Ella creyente fiel de Cristo Jesús, hace días me confió, muy confiada, «amiga la clave está en el Salmo 91».
Ellas -así lo veo- han sido el instrumento que Dios utilizó para que yo pueda escribir esto. Una sugerencia nada descabellada.
Entonces, levantemos nuestros brazos, levantemos la mirada hacia nuestro Dios y clamemos. Vamos a unirnos en oración. Oremos el Salmo 91.
Salmo 91
El que habita al abrigo del Altísimo
se acoge a la sombra del Todopoderoso.
2 Yo le digo al Señor: «Tú eres mi refugio,
mi fortaleza, el Dios en quien confío».
3 Solo él puede librarte de las trampas del cazador
y de mortíferas plagas,
4 pues te cubrirá con sus plumas
y bajo sus alas hallarás refugio.
¡Su verdad será tu escudo y tu baluarte!
5 No temerás el terror de la noche,
ni la flecha que vuela de día,
6 ni la peste que acecha en las sombras
ni la plaga que destruye a mediodía.
7 Podrán caer mil a tu izquierda,
y diez mil a tu derecha,
pero a ti no te afectará.
8 No tendrás más que abrir bien los ojos,
para ver a los impíos recibir su merecido.
9 Ya que has puesto al Señor por tu[a] refugio,
al Altísimo por tu protección,
10 ningún mal habrá de sobrevenirte,
ninguna calamidad llegará a tu hogar.
11 Porque él ordenará que sus ángeles
te cuiden en todos tus caminos.
12 Con sus propias manos te levantarán
para que no tropieces con piedra alguna.
13 Aplastarás al león y a la víbora;
¡hollarás fieras y serpientes!
14 «Yo lo libraré, porque él se acoge a mí;
lo protegeré, porque reconoce mi nombre.
15 Él me invocará, y yo le responderé;
estaré con él en momentos de angustia;
lo libraré y lo llenaré de honores.
16 Lo colmaré con muchos años de vida
y le haré gozar de mi salvación».