Conocida por sus papeles en el cine clásico, Hedy Lamarr era mucho más: inventora, ingeniera y ‘madre’ de tecnologías que hoy en día nos hacen la vida mucho más fácil
Hedy Lamarr fue considerada durante muchos años la mujer más bella del mundo, una actriz que deslumbraba al público en las grandes producciones de la conocida como «era dorada» de la Metro-Goldwyn-Mayer. En la década de los 30 y los 40 compartió cartel con actores de la talla de Clark Gable, Jimmy Stewart, y Spencer Tracy y su rostro fue la inspiración de Blancanieves y Catwoman.
Pero lo que pocos sabían en la época era que Lamarr también tenía una mente prodigiosa para los inventos y algunos de sus descubrimientos han terminado siendo piezas clave de tecnologías que hoy usamos a diario como el Bluetooth, el WiFi o el GPS.
Lamarr, nacida en Austria, fue una inventora autodidacta. No tuvo nunca educación formal como ingeniera y desde muy joven decidió que su carrera principal sería el cine. Asistió a clases en la academia berlinesa del director Max Reinhardt y comenzó a actuar con 16 años bajo su auténtico nombre, Hedy Kiesler.
A los 18 tuvo su primer papel importante como protagonista de la película checa Ecstasy, un film con alto contenido erótico en el que la actriz aparecía completamente desnuda. Su primer matrimonio la alejó temporalmente de la pantalla. Se casó con el fabricante de armas austriaco Fritz Mandl, 30 años mayor que ella y proveedor de armas y municiones de los regímenes fascistas de Alemania e Italia.
Desencantada por el exceso de control que ejercía en su vida -fue él quien le obligó a dejar de actuar- y sus amistades con Hitler y Mussolini, Kiesler decidió abandonar a Mandl. Se disfrazó como una de las asistentes domésticas para escapar de su casa y se fue a Londres para conocer en persona al productor norteamericano Louis B. Mayer, a quien convenció para darle un contrato con la MGM. En EE.UU. cambió su apellido por el de Lamarr en honor a la actriz de cine mudo Barbara La Marr.
Su primera película en EE.UU., Algiers fue un gran éxito y convirtió a Lamarr en una de las estrellas más conocidas y demandas de Hollywood. En los años sucesivos participó en varias superproducciones como Boom Town o La Dama de los Trópicos.
El estallido de la segunda guerra mundial, sin embargo, reavivó su interés por la ingeniería. Lamarr tenía un talento innato para las matemáticas y la física y una enorme creatividad para resolver problemas complejos. Fue ella, por ejemplo, la que dio a Howard Hughes -gran amigo y amante- la idea de evolucionar el diseño de las alas de los aviones, añadiendo curvas y una forma más aerodinámica inspirada en el cuerpo de los peces y las aves.
Lamarr trabajó en ideas tan dispares como nuevas señales de tráfico o pastillas para transformar el agua en refrescos, pero su invento más importante fue un sistema de transmisión de radio con saltos de frecuencia, diseñado para evitar que la señal de control de los torpedos pudieran ser interferida.
Se le ocurrió durante una charla con su vecino de Hollywood, el compositor George Antheil, en el verano de 1940. La idea de una comunicación a través de una frecuencia en constante cambio sincronizada entre emisor y receptor había pasado por la cabeza de algunos inventores y científicos en el pasado, como Nikola Tesla, pero ninguno había sido capaz de crear un dispositivo capaz de hacerla realidad.
Uniendo la experiencia de Antheil en el uso de pianos sincronizados para sus composiciones y el genio matemático de Lamarr, ambos crearon un mecanismo similar a los rollos de pianista que sincronizaba los cambios de emisor y receptor entre 88 frecuencias. Presentaron su aplicación a la oficina de patentes el 10 de junio de 1941, y la patente fue otorgada el 11 de agosto de 1942.
Lamarr cedió la patente a la armada estadounidense con la esperanza de que se usase para crear torpedos que los alemanes no fueran capaces de detener, pero los responsables del ejército concluyeron que el invento resultaba demasiado voluminoso como para ser práctico.
Lamarr se había adelantado a su época. El descubrimiento de los transistores a finales de la década de los 40 cambió las cosas y el dispositivo actualizado y en un tamaño más compacto se usó finalmente en 1962 durante la Crisis de los Misiles en Cuba.
La idea de Lamarr de usar frecuencias siempre cambiantes para evitar interferencias ha terminado siendo una pieza clave de muchas de las tecnologías de radio que usamos hoy en día, como las conexiones Bluetooth y WiFi, que utilizan esta técnica para evitar interferencias producidas por otros dispositivos cercanos.
El papel y la importancia de la actriz como inventora fue finalmente reconocido en 1997 por la Electronic Frontier Foundation pero el reconocimiento llegó tarde. Aunque Lamarr falleció tres años después, en 1997 vivía recluida en su casa de Florida y rechazó acudir a la entrega del premio, prefiriendo enviar una grabación de agradecimiento.
Elmundo.es