Es posible que los recién nacidos de madres que han hecho ejercicio durante el embarazo puedan alcanzar la coordinación física un poco antes que otros bebés, según un estudio sobre la relación entre gestación, actividad física y capacidades motrices de los bebés.
Los resultados del estudio se suman a la creciente evidencia de que la actividad física durante el embarazo podría fortalecer no sólo a la madre, sino también a sus hijos no nacidos y, a su vez, tendría influencia en el modo en que esos niños podrán moverse más tarde por sus propios medios.
Las pautas actuales para la actividad física en los Estados Unidos y en Europa recomiendan que los niños corran y jueguen al menos una hora por día. Pero, según la mayoría de las estimaciones, apenas un tercio de los jóvenes europeos y estadounidenses son tan activos. Muchos factores contribuyen a esta languidez física, incluyendo agendas familiares abultadas, falta de programas de educación física en escuelas, obesidad infantil y un tiempo excesivo frente a la pantalla.
Pero hace poco Linda E. May, profesora asociada de ciencia e investigación básica en East Carolina University, en Greenville, Carolina del Norte, empezó a preguntarse si el ambiente prenatal no podría tener un rol inesperado.
Sus propias investigaciones anteriores sugerían la plausibilidad de la idea. En un estudio de 2011, ella y sus colegas habían comparado la función cardíaca de bebés nacidos de madres que habían sido sedentarias o que habían hecho ejercicio durante el embarazo, y descubrieron que los bebés cuyas madres habían hecho ejercicio habían desarrollado corazones más fuertes y atléticos incluso antes de nacer.
El pulso era más lento y la variación entre un latido y otro, mayor, indicador general de músculos cardíacos mejor acondicionados. En ese momento, May y sus colegas especularon con la idea de que el corazón de los bebés probablemente se había acelerado para sincronizarse con el corazón de su madre, durante el ejercicio, permitiendo a los bebés gozar de los mismos beneficios cardíacos.
Pero todavía no se sabía si la actividad física durante el embarazo podría tener influencia en el desarrollo motriz y la coordinación del niño, como advirtió May, y esto podría tener importancia. Otras investigaciones mostraron en el pasado que la mala coordinación en la niñez temprana está asociada a un riesgo mayor de inactividad y obesidad en la adolescencia y la adultez.
Esencialmente, los niños que se mueven con poca facilidad tienden a ser niños, y luego adultos, que se mueven poco.
Por lo tanto, para este nuevo estudio, que fue publicado este mes en Medicine & Science in Sports & Exercise, May y sus colegas decidieron considerar si el ejercicio durante el embarazo afectaba la coordinación física de los bebés luego del nacimiento.
Los científicos empezaron por reclutar a 71 mujeres embarazadas sanas, casi todas en el primer trimestre. Dividieron a las voluntarias de manera azarosa en dos grupos, uno de los cuales continuó con sus rutinas habituales. Las otras empezaron a hacer ejercicios, reportándose con el laboratorio de fisiología del a universidad tres veces por semana, para hacer sesiones supervisadas de actividad física moderada, durante 50 minutos. Allí trotaban, caminaban rápido, hacían spinning o se sumaban a clases de ejercicio aeróbico, dependiendo de sus preferencias, a medida que progresaban sus embarazos.
Las sesiones continuaron hasta que cada mujer dio a luz.
Todas las madres, de ambos grupos, tuvieron partos saludables, con bebés de peso normal.
Cuando se cumplía un mes del nacimiento, madre e hijo regresaban al laboratorio, donde un médico pediatra realizaba una prueba estándar de los reflejos y habilidades motrices del bebé, evaluando cuán bien controlaban sus cabezas mientras estaban acostados, cómo cerraban el puño, se daban vuelta, estiraban los brazos y en general cómo reaccionaban y se movían.
Los resultados fueron consistentes. Los bebés cuyas madres habían hecho actividad física mostraron mejores resultados en casi todas las pruebas, sugiriendo que sus capacidades motrices eran más avanzadas. Estos beneficios eran especialmente notables entre las niñas, que con frecuencia quedan un poco detrás de los niños a esta edad. Pero las bebés del grupo que se había ejercitado mostraron las mismas capacidades físicas relativamente avanzadas que los bebés del mismo grupo, y más coordinación que los bebés del grupo que no había hecho ejercicio. Las diferencias no eran extraordinarias. Todos los bebés estaban saludables, y tenían un desarrollo motriz normal. Pero los bebés que habían rebotado mientras sus mamás corrían o bailaban estaban un poco adelante que los otros en su capacidad de agarrar, empujar, y controlar su manera de rodar.
Este desarrollo motriz acelerado “podría dar coraje a esos niños”, en los meses y años subsiguientes, a ser más activos que los niños cuya coordinación quedó un poco rezagada, dice May. Los investigadores no hicieron control de la vida doméstica, de manera que es posible que las madres que se habían ejercitado durante el embarazo también se involucraran y jugaran más con sus bebés más tarde.
En ese caso, las mejoras en las capacidades motrices habrían ocurrido luego del nacimiento y no en el útero. (Los investigadores consideraron un reporte sobre lactancia, que también afecta el desarrollo físico).
El estudio tampoco puede nos puede decir cómo el ejercicio físico de las madres puede haber acelerado las capacidades físicas de los bebés, si es que lo hizo. Puede ser que los bebés hayan recibido más sangre, oxígeno y nutrientes por medio de la placenta cuando las madres ejercitaban, afectando el desarrollo del cerebro y del sistema nervioso, dice May. O que el cuerpo de los bebés haya sentido el esfuerzo de la madre y haya liberado hormonas de crecimiento y otros bioquímicos que hayan acelerado el desarrollo del córtex motriz.
May y sus colegas tienen planeado profundizar en estos asuntos en sus próximos estudios. Pero por ahora, dice, los resultados del estudio sugieren que las mujeres que hacen ejercicio —asumiendo que estén sanas y tengan el permiso de sus médicos— podrían mejorar las aptitudes del bebé y su interés por el movimiento.
Por Gretchen Reynolds © The New York Times.