La conclusión es contundente: “Consumir bebidas endulzadas artificialmente aumenta el riesgo de accidentes cerebrovasculares (trombosis), enfermedades coronarias y muertes tempranas de todo tipo”.
Esta sentencia es el resultado de un estudio publicado recientemente en la revista ‘Stroke’ de la Asociación Americana del Corazón (AHA) y de la Asociación Americana Stroke (ASA), en el que al analizar la evolución clínica de 82.000 mujeres maduras en un periodo de 5 años, se encontró que las que consumieron más de dos bebidas dietéticas por día aumentaron en un 31 por ciento el riesgo de sufrir un infarto cerebral, una conclusión que ya se sospechaba, pero que se suma a otras complicaciones.
De hecho, la investigación también confirmó que más de dos latas de refrescos ‘light’ diarios incrementan en un 29 por ciento la probabilidad de que se desarrolle un ataque al corazón, y en un 16 por ciento el riesgo de morir; todo lo anterior, valga decir, en comparación con aquellas mujeres que no toman dichas bebidas o lo hacen por debajo de estas proporciones.
Aunque la causa directa no se conoce, lo cierto es que Jasmin Mossavar- Rahmani, profesora asociada de la división de salud e investigación sobre nutrición de la facultad de Medicina de la Universidad Albert Einstein en Nueva York e investigadora principal de dicho estudio, dice que el grupo con el mayor consumo de este tipo de endulzantes aumentó hasta en un 81 por ciento la posibilidad de que se cierren arterias pequeñas, al punto de que califica este hallazgo como “inquietante”, dado que sus efectos pueden ser en cualquier órgano.
El asunto es tan serio que Gabriel Robledo, director del Centro Cardiológico de Bogotá, asegura que con solo esta inferencia, los pacientes con enfermedades del corazón deberían limitar el consumo de endulzantes artificiales bajo la premisa de que al no haber análisis específicos sobre sustancias, cualquiera de ellas podría llevar a estos desenlaces porque parecen consecuencias del metabolismo y no por acción directa de las sustancias sobre el organismo. En otras palabras, según Robledo, “todos pueden ser nocivos”.
“Si bien la evidencia con respecto a los efectos negativos para la salud de los edulcorantes bajos en calorías no es absolutamente concluyente, crece de manera significativa”, dice César Burgos, presidente de la Asociación Colombiana de Sociedades Científicas, con lo que refuerza, según él, la necesidad de que se empiecen a tomar en serio y cada vez con menos reserva este tipo de investigaciones.
De hecho, Robledo insiste en que ya es hora de considerar los endulzantes artificiales bajo un espectro no tan inofensivo, si se tiene en cuenta que estos se han convertido en la alternativa para endulzar en un mundo en el que la obesidad y el sobrepeso se han convertido en una amenaza global. Frente a esto, resulta paradójico que al utilizarse para disminuir el consumo calórico, los endulzantes artificiales hayan sido relacionados de manera directa como promotores de la obesidad y la diabetes tipo 2, de la misma forma como se hace con el azúcar.
El Tiempo.