Decir que 1.100 millones de personas en el mundo entre los 12 y los 35 años corren el riesgo de sufrir pérdidas en la audición como consecuencia de la exposición prolongada a sonidos fuertes, tal como advirtió la Organización Mundial de la Salud (OMS), debería ser un campanazo de alerta para empezar a pensar qué tanto estamos cuidando nuestra salud auditiva.
El asunto es tan serio que, de acuerdo con las proyecciones de la OMS, en menos de tres décadas el 10 por ciento de la población mundial (cerca de 900 millones) tendrán una discapacidad auditiva que hubiera podido prevenirse.
Aunque la contaminación auditiva en un mundo industrializado es el principal causante de este tipo de desenlaces, este año la OMS, en el día mundial de la audición que se celebra el próximo domingo 3 de marzo, ha llamado la atención sobre el uso de los audífonos, bajo la premisa de que estos aditamentos son usados de manera permanente y sin ningún tipo de precaución al menos en el 40 por ciento de los jóvenes.
De hecho, hoy 466 millones de personas, de ellos 34 millones de niños, ya tienen déficit auditivo clínicamente evidenciado.
La OMS tiene evidencia que indica que escuchar música con audífonos insertados en el canal auditivo por más de cuatro minutos (una canción cualquiera en promedio), a una intensidad alta y de manera permanente puede provocar daños severos en las estructuras que transmiten el sonido, así como afectaciones en la estructura del tímpano.
El alto volumen en los audífonos –de acuerdo con Frida Scharf, otorrinolaringóloga, profesora de la Universidad Nacional de Colombia– puede dañar las células ciliadas, aquellas que transmiten la audición hacia el cerebro, aunque también se ha demostrado que el sonido de alta intensidad altera toda la fisiología auditiva, lo que se manifiesta con ruidos tipo zumbidos o sensación de oído tapado.
“Como el nivel seguro de intensidad debe ser menor de 80 decibeles y los audífonos amplifican el sonido por encima de ese nivel, el riesgo de daño se incrementa, especialmente, cuando se introducen en el canal. El tiempo máximo de exposición no debería superar las 40 horas por semana a intensidades bajas. Si llegan a los 100 la exposición semanal no debe ser superior a 15 minutos”, asegura Scharf, en coincidencia con lo expuesto por la OMS.
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