Tras escanear la actividad cerebral de 4500 niños, el Instituto de Salud Norteamericano encontró que entre más se exponen los menores a las pantallas de aparatos digitales, más se reducen sus capacidades de aprendizaje, memoria y percepción.
Si bien el cerebro humano nunca deja de cambiar, la niñez y adolescencia son épocas en las que este órgano es especialmente sensible a los estímulos externos. Es durante estos años, cuando se forman las conexiones neuronales, capacidad de análisis y memoria que nos acompañan durante el resto de la vida. Por eso, era urgente responder a la pregunta sobre cómo podrían estar cambiando las pantallas de aparatos digitales ese proceso de maduración cerebral.
El Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH en inglés) se le midió a la tarea. Tras invertir unos $300 millones de dólares en el proyecto, el NIH acaba de publicar los resultados de su investigación y lo que encontró no es nada bueno.
Tras escanear la actividad mental de 4500 niños, niñas y adolescentes norteamericanos, la entidad llegó a la conclusión que inclusive con dos horas de exposición diaria a este tipo de pantallas, los pequeños perdían habilidades de memoria, percepción y aprendizaje, lo que en últimas terminaba afectando variables como el coeficiente intelectual (IQ) de los menores.
Más preocupante fueron los resultados que encontraron respecto a los niños que pasaban más de siete horas enganchados a smartphones, tablets y videojuegos. De acuerdo con la médica del NIH Gaya Dowling, estos niños presentaban un debilitamiento prematuro de un área del cerebro llamado el cortex. Es decir: se generaron cambios físicos palpables en el cerebro de los menores.
Los resultados fueron presentados al público en el popular programa de televisión 60 minutos, de la cadena CBS.
Como el cerebro infantil, las investigaciones sobre los efectos de las pantallas sobre la psique de los menores está todavía aprendiendo y, por lo tanto, cambiando. Si bien estos resultados fueron obtenidos en ambientes rigurosos, Gaya Dowling aclara que su equipo no está completamente seguro de que estos cambios estén sucediendo con un 100% de certeza por las pantallas.
“Ni siquiera sabemos si se trata de algo malo. Solo podremos establecer causas y consecuencias cuando los sigamos en un largo período de tiempo y as´veremos si hay resultados que estén asociados con las diferencias que estamos viendo con esta fotografía”, explicó.
A lo que se refiere Dowling es a que al estudiar causas y consecuencias en el entorno médico, usualmente hay que tener en cuenta que los humanos estamos expuestos a miles de estímulos cada día. En el caso de los niños, ¿cómo establecer si lo que está afectando su crecimiento cerebral son las pantallas, o que esos niños no están recibiendo una buena alimentación? ¿o que tal vez no sean las pantallas las que causan ese fenómeno, sino la falta de sueño que puede derivarse de su uso excesivo?
Para establecer todas estas cosas, es necesario hacer un seguimiento de los cerebros de los niños. En el momento, el nIH tiene un fotograma de una larga película que aún está por grabarse. Solo a´si, con el panorama completo, podrá llegarse a una conclusión clara.
Esta situación le genera frustraciones a Dowling, y así lo dejó ver en el programa de TV. “Es como si como sociedad, estuviéramos haciendo un experimento no controlado con esta generación de niños, y no sabemos qué consecuencias va a tener en sus vidas todo lo que está pasando”, dijo.
El proyecto, llamado Adolescent Brain Cognitive Development (A.B.C.D), espera continuar en los próximos 10 años. Durante ese período de tiempo, los investigadores esperan evaluar a por lo menos 11.800 niños, niñas y adolescentes, para tener resultados más concluyentes.