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Joseline Feliz
Triunfar en la vida no es ganar, es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae», Pepe Mujica, expresidente de Uruguay
Quién nos iba a decir que un día, así como de la nada, todo se iba a detener, que, por un tiempo prolongado, estaríamos confinados en nuestras casas reinventándonos con nuevas formas para continuar la cotidianidad en las diferentes vertientes.
Apenas iniciando el 2020, en medio de planes y proyectos, nos sobrevino el Covid-19 en formato pandemia, dejándonos un panorama sombrío cargado de auténtico “surrealismo”. El miedo, la incertidumbre y el pánico se apoderaron de nuestras emociones y casi nos paralizan.
Al pasar balance casi un año después, y analizando el desenlace y cierre del 2020, intentamos ser optimistas sin dejar de lado la sensatez: en verdad no fue un buen año, pero sí el que más dejó múltiples aprendizajes en los últimos tiempos.
En medio de circunstancias adversas, dimos la milla extra, aprendimos distintas maneras de hacer las cosas, y las hicimos, siempre con empeño, dedicación, esmero… y hasta logramos sobrevivir en el intento.
Comprobamos que la resiliencia no es una cualidad que las personas tienen o no tienen, más bien es algo que uno puede perfectamente desarrollar, aprender y trabajar. Todos somos resilientes en mayor o menor medida, afirman los expertos.
Descubrimos en medio del confinamiento, que cada uno de nosotros cuenta con un “pequeño” metro cuadrado en el que, actuando de manera inteligente, puede ser más libre, creativo y productivo, sin tener que aislarse totalmente del entorno. La tecnología y conectividad ayudan en parte a lograr este objetivo.
Como fruto de esta experiencia vivida han cobrado mucho más valor los afectos, el núcleo familiar, la relación de amigos y vecinos… Un tiempo en el que estuvimos distanciados, pero unidos más que nunca, y fortalecidos por el vínculo perfecto que es el amor fraternal. Extrañamos como nunca los abrazos.
Recuperamos la gratitud, solidaridad, el cooperativismo y la perseverancia, hábitos tan presentes en este tiempo que se han convertido en tendencia incluso en las empresas y organizaciones, en conjunto hablamos de empatía, una cualidad muy demanda hoy día por los reclutadores a raíz de la pandemia.
En lo profesional, y como una forma de redimir el tiempo en medio de este torbellino, fueron muchas las propuestas académicas que estuvieron a la orden del día. Ofertas gratuitas y opciones diversas de capacitación sobre últimas tendencias en el plano laboral aplicado a lo que se ha denominado la nueva “normalidad”.
No podemos dejar atrás la especial relevancia que alcanzó la salud tanto física como espiritual. Para muchos nos fue imprescindible conectarnos con Dios, clamar día y noche por lo que todavía hoy libran batallas entre la vida y la muerte. Sabemos que Dios siempre tiene el control de todo cuanto acontece, y todo lo que permite tiene un propósito.
En fin, despedimos un año turbulento, en el que fuimos probados y pusimos a prueba nuestro dominio propio; en el que experimentamos pérdidas, dolorosas vivencias y al mismo tiempo provechosas experiencias. En definitiva, cada quien lo mira con la perspectiva de su propia circunstancia.
Que no olvidemos las lecciones aprendidas para que tengamos siempre una visión renovada ante los nuevos retos, e ideas claras de cómo afrontarlos. Pero, sobre todo, que en cada escenario que se presente prevalezca siempre lo humano y espiritual para que supere por mucho el ámbito material. Ojalá que lo aprendido se convierta en estilo de vida.